jueves, 6 de febrero de 2014

Viva nuestro capitan, Don Carlos Gurpegi Nausia.

                                                    ARTICULO DEL DIARIO DEIA

                        
                             El desquite de Carlos Gurpegi

Ensalzado por Valverde, como antes por Bielsa, y reconocido por la afición en el partido ante el Real Madrid, el capitán vive una de las fases más brillantes de su intrincada carrera en el Athletic.
BILBAO. En el partido más señalado que acoge cada temporada, además de vibrar como en ninguna otra fecha del año con el equipo (y contra el visitante), San Mamés hizo un aparte para exteriorizar el reconocimiento que merece uno de los suyos. No es la primera ocasión en que la afición se entrega a Carlos Gurpegi, un profesional que nunca debería dejar el club por lo futbolista que es y por la persona que siempre será. Hace unos cuantos años, en un contexto ciertamente desagradable ya recibió la imborrable muestra de cariño de la grada, que le quiso amparar ante el inaudito acoso mediático e institucional que soportaba. Lo del domingo fue otra cosa, menos trascendente si se quiere, pero no por ello de menos valor. En un momento de la segunda parte, con el partido aún por decidir, brotó un sentido "¡Gurpe, Gurpe,…!". Fueron apenas unos segundos que, aparte de sonar a gloria, venían a compensar con creces los pitidos que ya casi al mismo tiempo empezaban a percibir los oídos del capitán, de nuevo sometido a un zarandeo, acusado sin recato por los de siempre, los mismos que ya se cebaron con él tiempo atrás.

En esta ocasión, su pecado mortal era haberse visto envuelto en el rifirrafe que derivó en la "gravísima injusticia" cometida con Cristiano Ronaldo, presumiblemente reparada por los comités de turno. En fin, otro motivo para la estigmatización de Gurpegi. Quienes en las muchas horas que siguieron al clásico (siendo Miguel Pardeza, indigno representante de la entidad que le paga, el encargado de levantar la veda) volcaron su mala baba sobre él, no le conocen. No saben que el defensa central de Primera con más cicatrices de guerra en el cuerpo, está asimismo vacunado, inmunizado, blindado mentalmente contra los ladridos que le dedican cuando, qué casualidad, comparece en el Santiago Bernabéu y otros campos donde se cultiva la inquina contra lo que representa (deportiva, social y políticamente) el Athletic.

La espontánea reacción de los seguidores rojiblancos, sensibilizados por el alarde de saber estar que el navarro protagonizó en el clásico, tuvo su prolongación en la sala de prensa. Ernesto Valverde, que en la misma comparecencia pecaría de indiscreto al admitir su condición de "fan incondicional de Andoni Iraola", homenajeó así la figura de Gurpegi: "Es un seguro para nosotros. No es solo lo que hace, sino lo que transmite a los que tiene a su alrededor, a los defensas o a los jugadores del centro del campo y a la grada, lógicamente. Es un jugador que lo da todo, que siempre va a estar puesto para cualquier jugada, para nosotros es impagable. La temporada que está haciendo es impresionante".

MÁS GANAS QUE NADIE Qué va a decir el responsable de la plantilla, apuntará alguno, de quien encabeza el registro de minutos de competición al cabo de 22 jornadas. Nadie cuenta más que Gurpegi, definitivamente asentado en la zaga, en la demarcación que estrenó precisamente a las órdenes de Valverde. Se cumple una década de esto. Entonces, ya había dejado de ejercer de enlace con la delantera, la posición que ocupaba en el filial y en la que asimismo debutó con Heynckes. Su lugar habitual estaba en el círculo central al lado de Tiko o de Orbaiz. Poco a poco el de Andosilla ha ido retrasándose en el campo, amoldando sus capacidades a labores donde la sapiencia y el sentido táctico priman sobre la velocidad. Viéndole ahora, pletórico, acaso se haya olvidado que este proceso ha sido de lo más intrincado, con un par de lesiones serias y varias más no tanto, así como un parón forzoso motivado por una sanción ejemplarizante.

Circunstancias todas ellas que se tradujeron en interrupciones que hubiesen acabado con la moral de cualquiera, pero no pudieron imponerse a sus ganas de jugar. No fueron los únicos paréntesis que tuvo que digerir, pues tampoco siempre contó con la confianza del entrenador de turno, lo que le condujo a cuestionarse su futuro en el club de sus amores a la conclusión de la campaña 2008-09. Su último obstáculo le condujo a visitar el quirófano por enésima vez. Era el primer año de Bielsa, que lamentó profundamente no haberle alineado en la jornada posterior a la que impulsó definitivamente su proyecto. Gurpegi fue el ancla del Athletic el día en que ganó en Anoeta, un triunfo que invirtió el signo del curso hasta elevar al equipo al cielo con la disputa de dos finales. Por razones técnicas, fue relegado a la suplencia en la siguiente cita, en El Sadar. Luego, Bielsa insistiría públicamente en que no fue justo con Gurpegi y que el destino se lo había hecho saber. Y en la siguiente, en Mestalla, Gurpegi solo aguantó tres minutos, se rompió una rodilla.

Bielsa le quiso compensar, tras consumir siete meses de rehabilitación, convocándole en la final de Copa. Gurpegi hubiese recogido el trofeo, pero, en ausencia de Pujol, ese honor le correspondió a Xavi. Las deserciones habidas en el verano posterior, propiciaron que Gurpegi recuperase los galones en un curso tempestuoso. Bielsa le distinguió por su rendimiento, en no menos de media docena de oportunidades. En contra del criterio de muchos, aseguró que era el mejor futbolista que tenía.

Próximo a cumplir los 34 años, Gurpegi se está desquitando de la mala fortuna que le ha acompañado con terca asiduidad. De no haber mediado tantos contratiempos, para hoy ya figuraría, holgadamente instalado, en el selecto escalón de los diez jugadores con más partidos de la historia del Athletic. Lo más probable es que no lo consiga, pero tiene al menos otro año de contrato, recién firmado, para acercarse a dicha meta y completar los 400 encuentros oficiales. No obstante, ya ha dejado su huella, quizás sea así como deba interpretarse la enérgica reacción en su defensa que ante Cristiano tuvo Iturraspe, representante de una generación posterior a la suya.


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