lunes, 6 de enero de 2014

Y que os decimos hoy 2-0, mentiroso a mas no poder.Cronica Deia.

Solo podemos poner un pero al partido de anoche en Anoeta y es falta de definición, más punteria para los vecinos y una buena intensidad defensiva en el segundo acto lastraron las intenciones rojiblancas en Donosti.

                                                    Griezmann revienta el derbi

El estado de gracia del delantero francés invalida el control que durante casi todo el partido de Anoeta ejerció el Athletic, que se condenó por su absoluta falta de acierto en los últimos metros.


REAL SOCIEDAD: Bravo, Carlos Martínez, Ansotegi, Iñigo Martínez, José Ángel; Markel Bergara, Rubén Pardo, Xabi Prieto; Vela (Min. 85, Seferovic), Agirretxe (Min. 68, Elustondo) y Griezmann (Min. 79, Chori Castro).
ATHLETIC: Iraizoz; De Marcos, Gurpegi, Laporte, Balenziaga (Min. 14, Iraola); Mikel Rico (Min. 74, Ibai Gómez), Iturraspe, Susaeta (Min. 80, Toquero), Ander Herrera, Muniain; y Aduriz.
Goles: 1-0: Min. 43; Griezmann. 2-0: Min. 92; Rubén Pardo.
Árbitro: Pérez Montero. Amonestó a Mikel Balenziaga (Min. 29), Markel Bergara (Min. 32), Mikel Rico (Min. 66), Elustondo (Min. 85) y Gurpegi (92).
Incidencias: Prácticamente lleno en Anoeta con la presencia de 28.000 espectadores.

El Athletic salió cabizbajo de Anoeta, donde de nada le valió ejercer el control, a ratos de modo abrumador, ante una Real que triunfó pese a que apenas pudo proponer nada al ser sometida por el fuerte ritmo y la mejor colocación de su rival. En un encuentro donde las situaciones de peligro escasearon en ambas áreas, la clave estuvo en el estado de gracia en que vive Antoine Griezmann, quien anotó su decimosegundo gol en Liga. Fue cerca del descanso y nació en un lance aislado, que en absoluto respondió al desarrollo que había tenido el derbi hasta ese instante. Tampoco luego fue superior el anfitrión, pero en última instancia soportó el hecho de verse abocado a defender en su terreno, para lo cual, la verdad, no necesitó tampoco invertir un esfuerzo extra. No cabe duda de que la clave del desenlace, más incluso que en el acierto del delantero galo, radicó en la nula inspiración de que hicieron gala los rojiblancos, negados en sus incontables incorporaciones al ataque. Por ahí se le escurrió al Athletic la posibilidad de imponer su ley, algo que logró en la inmensa mayoría de las facetas, salvo precisamente en la que tiene que ver con la pericia en los metros decisivos. Ahí fue donde la Real fue superior: dispuso de dos llegadas francas y en ambas alojó el balón en la red de Iraizoz, si bien la segunda no tuvo influencia al registrarse en el tiempo añadido. En todo caso, el gol de Pardo se antoja un castigo muy desproporcionado para el conjunto que apechugó con el peso del juego en los noventa minutos.
En definitiva, no cabe sino reconocer que el planteamiento de Valverde puso al equipo en la senda correcta y sin embargo al final, tras la gran batalla, al técnico no le quedó un solo motivo de consuelo. Al Athletic le penalizó severamente la total ausencia de ingenio y precisión de sus piezas más ofensivas. Decir que no dieron una a derechas puede sonar exagerado, pero refleja con bastante fidelidad la sensación de desperdicio que dejó el intenso fútbol rojiblanco. Desde un inicio se comprobó quién quería ir de frente a por los puntos, quién poseía argumentos para hacerlo, pero también enseguida se percibió que algo no funcionaba. Aunque la Real se veía impotente para ligar dos pases y reculaba constantemente ante la presión y las basculaciones de un Athletic que giraba armónico en torno a la figura de Iturraspe, de nuevo inmenso para cortar y dar el primer pase, lo cierto es que nadie inquietó seriamente a Bravo.
EL SOPAPO La colección de malos pases y centros sin dirección arruinó el permanente desdoblamiento del Athletic. Las múltiples intervenciones entre líneas de Herrera y Muniain provocaban inquietud, pero solo levemente, pues nunca concluían en un balón en condiciones de ser rematado. El Athletic se hartó de robar y de avanzar, en vano. Gurpegi tuvo la mejor ocasión a la salida de un córner, el resto de los intentos murió de forma lamentable, mientras Vela, Agirretxe, Griezmann o Prieto quedaban inéditos, al igual que Iraizoz, claro. Esta tónica se rompió a raíz de un córner largo que nadie tocó y fue a parar a la frontal, donde Griezmann enganchó un duro disparo al que replicó el portero, con la mala fortuna que el rechace volvió al mismo lugar, donde la estrella realista se marcó una complicada volea que se colaría como una exhalación junto al poste derecho. Vela, que estaba en posición correcta, pudo despistar a Iraizoz con su inútil escorzo, pero lo fundamental fue que la Real, sin merecerlo, tomó la delantera.
El enorme trabajo desplegado desde el inicio había sido baldío y en adelante se trataba de insistir, de seguir mandando en la confianza de que la dinámica acabaría dando su fruto. Y la verdad es que el empeño del Athletic también marcó la segunda parte, si bien no se subsanaron los errores en la resolución. Valverde trató de reactivar a los suyos con cambios que aportaron bien poco. De Marcos cambió de lateral para dar entrada a Iraola, Muniain se incrustó sin disimulos por la franja central, con Ibai se cargó la mano en la ofensiva, al retirar a Rico y, a modo de último cartucho, Toquero se agregó con el equipo ya desnortado.
DESÁNIMO Prueba de que la propia inercia del choque solo podía desembocar en el empate fue la respuesta de Arrasate, que prescindió de su ariete para meter un medio defensivo, Elustondo. El paso de los minutos multiplicó los fallos, varios en zonas comprometidas, y a raíz de uno de Iturraspe cerca estuvo Griezmann de dar la puntilla. Pareció que el desquiciamiento iba haciendo mella en el Athletic, pero es que debe ser complicado mantener la compostura cuando se interioriza que meter un gol es poco menos que una misión imposible. La Real, solo preocupada de contener, fue hallando minutos de cierto desahogo: el cansancio y el paulatino desánimo del visitante le facilitaba espacios para mover algo la pelota.
El Athletic continuaba con su alarde de espesura en torno a la frontal de Bravo. Aun así, Aduriz, una sombra de sí mismo, la tuvo en el único centro bien puesto por Ibai. Ni siquiera tuvo la convicción necesaria para meter la pierna. Muniain sí, le puso el alma en una volea de lejos, obligando por fin a Bravo a estirarse al límite. Esto ocurrió en el tiempo añadido, período que trajo el delirio a la grada de Anoeta, no ya por el pitido final, sino porque en una contra iniciada por el guardameta chileno, Pardo se plantó solo para firmar el segundo gol. ¿Qué hizo el Athletic para hacerse acreedor a semejante varapalo? Pues, más que lo que hizo, el asunto estuvo en lo que no hizo. Dejar sentado que como conjunto es más que el rival no le alcanzó para acceder a un marcador que reflejara un mínimo de lógica.
Defender con firmeza y concentración, ser muy agresivo, mover el balón con más sentido, no perder el sitio, percutir sin desmayo, conseguir que el choque discurra casi siempre en una sola dirección, todo eso se lo anotó el Athletic en su haber y fue para nada. La Real, jugadores, entrenador e hinchada, asumieron todo lo anterior sin problema porque un zurdazo de Griezmann le compensó sobradamente. Por encima de impresiones o sensaciones, por muy negativas que pudieran parecer, lo que cuenta es el marcador, que sonrío a la Real. Anoche el Athletic se hartó de amagar, pero no fue capaz de soltar un golpe de fundamento.

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