Griezmann
revienta el derbi
El
estado de gracia del delantero francés invalida el control que
durante casi todo el partido de Anoeta ejerció el Athletic, que se
condenó por su absoluta falta de acierto en los últimos metros.
REAL
SOCIEDAD: Bravo, Carlos Martínez, Ansotegi, Iñigo Martínez,
José Ángel; Markel Bergara, Rubén Pardo, Xabi Prieto; Vela (Min.
85, Seferovic), Agirretxe (Min. 68, Elustondo) y Griezmann (Min. 79,
Chori Castro).
ATHLETIC: Iraizoz;
De Marcos, Gurpegi, Laporte, Balenziaga (Min. 14, Iraola); Mikel Rico
(Min. 74, Ibai Gómez), Iturraspe, Susaeta (Min. 80, Toquero), Ander
Herrera, Muniain; y Aduriz.
Goles: 1-0:
Min. 43; Griezmann. 2-0: Min. 92; Rubén Pardo.
Árbitro: Pérez
Montero. Amonestó a Mikel Balenziaga (Min. 29), Markel Bergara (Min.
32), Mikel Rico (Min. 66), Elustondo (Min. 85) y Gurpegi (92).
Incidencias: Prácticamente
lleno en Anoeta con la presencia de 28.000 espectadores.
El
Athletic salió cabizbajo de Anoeta, donde de nada le valió ejercer
el control, a ratos de modo abrumador, ante una Real que triunfó
pese a que apenas pudo proponer nada al ser sometida por el fuerte
ritmo y la mejor colocación de su rival. En un encuentro donde las
situaciones de peligro escasearon en ambas áreas, la clave estuvo en
el estado de gracia en que vive Antoine Griezmann, quien anotó su
decimosegundo gol en Liga. Fue cerca del descanso y nació en un
lance aislado, que en absoluto respondió al desarrollo que había
tenido el derbi hasta ese instante. Tampoco luego fue superior el
anfitrión, pero en última instancia soportó el hecho de verse
abocado a defender en su terreno, para lo cual, la verdad, no
necesitó tampoco invertir un esfuerzo extra. No cabe duda de que la
clave del desenlace, más incluso que en el acierto del delantero
galo, radicó en la nula inspiración de que hicieron gala los
rojiblancos, negados en sus incontables incorporaciones al ataque.
Por ahí se le escurrió al Athletic la posibilidad de imponer su
ley, algo que logró en la inmensa mayoría de las facetas, salvo
precisamente en la que tiene que ver con la pericia en los metros
decisivos. Ahí fue donde la Real fue superior: dispuso de dos
llegadas francas y en ambas alojó el balón en la red de Iraizoz, si
bien la segunda no tuvo influencia al registrarse en el tiempo
añadido. En todo caso, el gol de Pardo se antoja un castigo muy
desproporcionado para el conjunto que apechugó con el peso del juego
en los noventa minutos.
En
definitiva, no cabe sino reconocer que el planteamiento de Valverde
puso al equipo en la senda correcta y sin embargo al final, tras la
gran batalla, al técnico no le quedó un solo motivo de consuelo. Al
Athletic le penalizó severamente la total ausencia de ingenio y
precisión de sus piezas más ofensivas. Decir que no dieron una a
derechas puede sonar exagerado, pero refleja con bastante fidelidad
la sensación de desperdicio que dejó el intenso fútbol rojiblanco.
Desde un inicio se comprobó quién quería ir de frente a por los
puntos, quién poseía argumentos para hacerlo, pero también
enseguida se percibió que algo no funcionaba. Aunque la Real se veía
impotente para ligar dos pases y reculaba constantemente ante la
presión y las basculaciones de un Athletic que giraba armónico en
torno a la figura de Iturraspe, de nuevo inmenso para cortar y dar el
primer pase, lo cierto es que nadie inquietó seriamente a Bravo.
EL
SOPAPO La colección de malos pases y centros sin dirección
arruinó el permanente desdoblamiento del Athletic. Las múltiples
intervenciones entre líneas de Herrera y Muniain provocaban
inquietud, pero solo levemente, pues nunca concluían en un balón en
condiciones de ser rematado. El Athletic se hartó de robar y de
avanzar, en vano. Gurpegi tuvo la mejor ocasión a la salida de un
córner, el resto de los intentos murió de forma lamentable,
mientras Vela, Agirretxe, Griezmann o Prieto quedaban inéditos, al
igual que Iraizoz, claro. Esta tónica se rompió a raíz de un
córner largo que nadie tocó y fue a parar a la frontal, donde
Griezmann enganchó un duro disparo al que replicó el portero, con
la mala fortuna que el rechace volvió al mismo lugar, donde la
estrella realista se marcó una complicada volea que se colaría como
una exhalación junto al poste derecho. Vela, que estaba en posición
correcta, pudo despistar a Iraizoz con su inútil escorzo, pero lo
fundamental fue que la Real, sin merecerlo, tomó la delantera.
El
enorme trabajo desplegado desde el inicio había sido baldío y en
adelante se trataba de insistir, de seguir mandando en la confianza
de que la dinámica acabaría dando su fruto. Y la verdad es que el
empeño del Athletic también marcó la segunda parte, si bien no se
subsanaron los errores en la resolución. Valverde trató de
reactivar a los suyos con cambios que aportaron bien poco. De Marcos
cambió de lateral para dar entrada a Iraola, Muniain se incrustó
sin disimulos por la franja central, con Ibai se cargó la mano en la
ofensiva, al retirar a Rico y, a modo de último cartucho, Toquero se
agregó con el equipo ya desnortado.
DESÁNIMO Prueba
de que la propia inercia del choque solo podía desembocar en el
empate fue la respuesta de Arrasate, que prescindió de su ariete
para meter un medio defensivo, Elustondo. El paso de los minutos
multiplicó los fallos, varios en zonas comprometidas, y a raíz de
uno de Iturraspe cerca estuvo Griezmann de dar la puntilla. Pareció
que el desquiciamiento iba haciendo mella en el Athletic, pero es que
debe ser complicado mantener la compostura cuando se interioriza que
meter un gol es poco menos que una misión imposible. La Real, solo
preocupada de contener, fue hallando minutos de cierto desahogo: el
cansancio y el paulatino desánimo del visitante le facilitaba
espacios para mover algo la pelota.
El
Athletic continuaba con su alarde de espesura en torno a la frontal
de Bravo. Aun así, Aduriz, una sombra de sí mismo, la tuvo en el
único centro bien puesto por Ibai. Ni siquiera tuvo la convicción
necesaria para meter la pierna. Muniain sí, le puso el alma en una
volea de lejos, obligando por fin a Bravo a estirarse al límite.
Esto ocurrió en el tiempo añadido, período que trajo el delirio a
la grada de Anoeta, no ya por el pitido final, sino porque en una
contra iniciada por el guardameta chileno, Pardo se plantó solo para
firmar el segundo gol. ¿Qué hizo el Athletic para hacerse acreedor
a semejante varapalo? Pues, más que lo que hizo, el asunto estuvo en
lo que no hizo. Dejar sentado que como conjunto es más que el rival
no le alcanzó para acceder a un marcador que reflejara un mínimo de
lógica.
Defender
con firmeza y concentración, ser muy agresivo, mover el balón con
más sentido, no perder el sitio, percutir sin desmayo, conseguir que
el choque discurra casi siempre en una sola dirección, todo eso se
lo anotó el Athletic en su haber y fue para nada. La Real,
jugadores, entrenador e hinchada, asumieron todo lo anterior sin
problema porque un zurdazo de Griezmann le compensó sobradamente.
Por encima de impresiones o sensaciones, por muy negativas que
pudieran parecer, lo que cuenta es el marcador, que sonrío a la
Real. Anoche el Athletic se hartó de amagar, pero no fue capaz de
soltar un golpe de fundamento.
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